Los productos audiovisuales, las investigaciones académicas y el diálogo generado en torno a nuevas formas de vivir los procesos obstétricos y nuevas formas de nacer, se hacen cada vez más presentes en una generación de mujeres y personas gestantes que se ha atrevido a cuestionar la medicina hegemónica. Aquella que ignora sus cuerpos, derechos, deseos e, indudablemente, su autonomía al violentar su poder de decisión.
Ante este panorama, alternativas más humanas, cálidas y tiernas empiezan a ser nombradas para vivir procesos obstétricos más dignos y acompañados. La partería es uno de ellos, pues es un saber ancestral que se sigue practicando en los lugares a los que la medicina hegemónica no voltea a ver. Además, funge un papel sumamente importante ante las lagunas del Estado en materia de salud pública.
Sin embargo, a pesar de que la partería puede ser una alternativa a la deshumanización y patologización con la que se ha visto el embarazo, es invisibilizada y poco valorada. Pues la practican, en su mayoría, mujeres históricamente discriminadas: mujeres indígenas y/o alejadas de las urbes, a quienes se estigmatiza como personas periféricas a la “modernidad” y el “desarrollo”.

Partería como resistencia a la violencia obstétrica
La violencia obstétrica es un tema que, aunque tarde, se está poniendo sobre la mesa. En un país como México, que se torna cada vez más violento, es indispensable señalar todo tipo de violencia contra la mujer, sobre todo si es una violencia poco visibilizada y sumamente normalizada. Hablar de violencia obstétrica es hablar de violencia de género desde la medicina hegemónica a un nivel institucional.
La máxima expresión de la rapidez en los procesos obstétricos se ve reflejada en las cesáreas que, a pesar de ser injustificadas, se realizan con la mayor naturalidad y, algunas veces, sin consentimiento de las madres. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de cesáreas injustificadas a nivel mundial oscila entre el 10 y el 15%; en Chiapas, el porcentaje es del 29.9%.
En este reportaje se menciona a Chiapas debido a que ahí se encuentra el único movimiento de parteras que existe en México: Nich Ixim. Conformado por más de 600 mujeres que trabajan en 35 municipios del estado. Un movimiento independiente que defiende el derecho de parir con dignidad y está conformado por parteras tradicionales, urbanas y autónomas hablantes de tseltal, tsotsil, tojolabal, zoque, ch´ol y español.
La violencia obstétrica se vive a través de los malos tratos individuales, los cuales son la manifestación particular de las desigualdades estructurales que forman parte del orden patriarcal en el que las mujeres están insertas. Estas formas de opresión suelen pasar inadvertidas y son justificadas bajo el discurso médico hegemónico que hizo creer que es necesario someterse a los mandatos médicos sin cuestionarlos.
Y a pesar de que la OMS sigue sin señalar directamente la violencia obstétrica, existen ciertas conductas en México reconocidas como violencia obstétrica, según el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE). A nivel físico, el grado más extremo de la violencia obstétrica se refleja en la implantación de métodos anticonceptivos sin consentimiento de la mujer, así como en la muerte materna y neonatal.