La crisis climática ya no se trata solo de riesgos ambientales, sino de vulnerabilidades sanitarias y la brecha entre las ciudades en cuanto a su capacidad para hacer frente a las inclemencias del calor. Esto es lo que la Dra. Landy L. Sánchez Peña, investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (CEDUA) del Colegio de México, expuso en la conferencia Riesgos por altas temperaturas e infraestructura de cuidados en ciudades mexicana.
Como parte del Seminario de Investigación Primavera 2023: Conferencias Magistrales del Consejo Consultivo del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga (IIMA) de la IBERO Puebla, esta conferencia abordó uno de los ejes de investigación ambiental que pone el foco en el bienestar humano y, sobre todo, en los requerimientos de las ciudades en México.
Para entender esas necesidades, primero se debe identificar el panorama al que se enfrentan las ciudades. En cuanto al aumento de temperaturas, la experta aseguró que desde la década de los noventa existe un aumento en las temperaturas a nivel global, mismo que se disparó en el nuevo milenio.
Al gremio investigador le ha preocupado una tendencia que va de la mano con el repunte en los termómetros: las olas de calor. Si bien existen desde hace décadas, el tiempo y la devastación ambiental las han hecho cada vez más duraderas, intensas y con presencia en regiones en las que eran impensables hasta hace poco tiempo.
Las afectaciones a la salud entran a la discusión, porque si bien el cuerpo humano puede regularse hasta los 37 grados centígrados, las olas de calor, en combinación con altos niveles de humedad, no permiten la transpiración para poder enfriar el cuerpo, lo que lleva a los llamados golpes de calor.
Los síntomas de este padecimiento van de menor a mayor intensidad. Lo que comienza con deshidratación, dolores musculares, sensación de mareo y dificultad de movimiento en las extremidades; rápidamente puede escalar a problemas respiratorios y cardiovasculares, imposibilidad de mantenerse consciente y, eventualmente, la muerte por un problema respiratorio o cardiovascular.
Esto lo puede padecer toda la población, pero las infancias, personas con comorbilidades y los adultos mayores —cuya densidad demográfica va en aumento— son los más vulnerables al tener una menor capacidad termorregulatoria. Según la Dra. Landy Sánchez, también son los que más recienten las deficiencias de la infraestructura de cuidados en México.
La infraestructura de cuidados está compuesta por todos aquellos establecimientos, públicos o privados, que cuentan con el equipo, instalaciones, especialistas, y otros factores de importancia para la atención de estas poblaciones: guarderías, centros de salud, residencias de cuidado y hasta escuelas.
“Hay una preocupación muy grande de qué tan sostenible va a ser tener esa estructura de cuidados que está basada, en inmensa mayoría, en el trabajo familiar” explicó la investigadora, quien aclaró que el Estado no logra llenar la demanda que hay en el país, lo que termina recayendo en las familias.
En temporada de altas temperaturas, entonces, estos lugares deben satisfacer las necesidades de la población brindando los espacios de recuperación y, de ser el caso, los cuidados médicos necesarios para no llegar a un extremo mortal.
“La propuesta analítica es pensar en qué tipo de respuestas podemos tener cuando viene una ola de calor. Tenemos una infraestructura de cuidados, pero que necesita crecer en términos de la estructura etaria y el cambio familiar. Hoy en día hay una discusión muy importante en el país de empujar ese cambio, hacer crecer cierto tipo de establecimientos e incluso cambiar la vocación de algunos de ellos”, concluyó la investigadora.