La catedrática ha dedicado su carrera al acompañamiento de mujeres que fueron víctimas de fuertes violencias y crímenes en zonas de conflicto.
La guerra. El conflicto. Ambos son escenarios de horror en que los territorios, los derechos y las personas se ven sumamente vulnerados por la violencia. Sin embargo, las mujeres padecen los efectos más crueles al ser víctimas de agresiones sexuales que vulneran su vida, su bienestar físico y mental, y que las silencia en su búsqueda por justicia.
A este doliente panorama llegó la Dra. Amandine Fulchiron desde hace más de 20 años. Ella vio de primera mano esos dolores que tomó generaciones sanar. “Me confronté con la guerra, el genocidio y sobre todo la parte de invisibilizada de las guerras y los genocidios, es decir, cómo el cuerpo de las mujeres está siendo usado como campo de batalla”, explicó.
“Necesitamos crear un lugar justo en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro poder, pero no el poder sobre otros, es el poder sobre mi vida”: Dra. Amandine Fulchiron ______________________________________________________________________________________
La académica explicó en la conferencia realizada en la IBERO Puebla en el marco del 25 de noviembre, Desde la raíz. Construyendo justicias sanadoras y antirracistas, que estos actos son ejecutados principalmente para “destruir cualquier oposición o destruir pueblos”. Es por ello que, para la experta, es necesario nombrar la violencia sexual en entornos de guerra como “un arma de genocidio”.
La Dra. Fulchiron no pudo mantenerse indiferente, por lo que en 2003 cofundó la colectiva Actoras de Cambio. En este espacio confluyen otras mujeres guatemaltecas, feministas, mayas, terapeutas sociales y comunitarias, quienes se han dedicado casi una década a crear estrategias para sanar esas expresiones de violencia que se encarnan por su carácter estructural.
Este trabajo de sanación, a su vez, brinda una oportunidad para la reconstrucción de comunidades rotas por la violencia, lo que implica seguir “trabajando para sanar esas memorias traumáticas, recuperar la vida, rehabitar el cuerpo y rehabitar la posibilidad de habitar, precisamente, el tejido social y comunitario desde un lugar justo”.
Aunque esa justicia a veces no existe; explica la catedrática que “el Estado nos ha colocado como mendigas de una justicia que nunca llega. Todas las que hemos estado acompañando a mujeres sobrevivientes de violencia, o si nosotras mismas hemos tenido contacto con el sistema judicial, lo dirán: nos topamos con un escenario humillante que genera más sufrimiento, vergüenza, y raramente llega a generar justicia”.
Es por ello que, frente a la necesidad imperante de reparar un daño que difícilmente se reparará a través de la vía legal o penal, Actoras de Cambio, se ha dedicado a reparar desde dentro, y generar “procesos de sanación que han permitido recuperar la voz donde había silenciamiento, y recuperar el cuerpo donde había odio, culpa, vergüenza”.
Técnicas como la implementación de círculos de mujeres, escucha activa, danza, momentos de reconocimiento y reconexión corporal, son algunas de las medidas que utilizan para crear “un espacio propio entre nosotras, para poder desarticular y sanar el sufrimiento; desarticular la culpa, la vergüenza”.
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