
La IBERO Puebla celebró el Taller de Recuperación de la Experiencia del Servicio Social de Inserción, donde estudiantes compartieron aprendizajes y emociones tras su estancia en Oaxaca, Chiapas, Cuetzalan y diversas obras sociales con las que colabora la Universidad. El encuentro se convirtió en un espacio de reflexión, memoria y comunidad.
El evento fue encabezado por el Mtro. Alfredo Castillo Romero, director general del Medio Universitario, y la Dra. Guadalupe Chávez Ortiz, directora del Centro Intercultural de Reflexión y Acción Social (CIRAS), quienes resaltaron el valor formativo de estas vivencias.
_“Cuando sean profesionales, van a recordar con alegría aquellos momentos en Bachajón, Cuetzalan, Oaxaca o la sierra Negra de Puebla; experiencias que marcan de por vida”: Mtro. Alfredo Castillo
Chávez Ortiz celebró el cierre de ciclo que representa este espacio: “Este taller permite valorar lo que vivieron y aquello que pudieron mejorar. Su ejemplo contagia a otros jóvenes, porque estas experiencias no solo enriquecen la carrera, también dan sentido a la profesión”, afirmó.
El ambiente fue festivo y cercano. En el jardín del Ágora, los estudiantes participaron en la dinámica “Nos vamos de viaje”, donde formaron equipos y compartieron anécdotas. Entre sonrisas y abrazos, se revivió la gratitud por lo aprendido.
En Oaxaca, comunidades como San Pablo Guelatao y San Jerónimo Tlacochahuaya mostraron a los jóvenes el valor de la identidad y el respeto a la tierra. Uno de ellos estudiantes lo expresó así: “Oaxaca ya no es Oaxaca, sino que pasa a ser parte de nosotros; no solo por la experiencia, sino por los recuerdos y lo vivido”.
En Chiapas, particularmente en San Cristóbal de las Casas, los grupos enfrentaron retos vinculados al autocuidado y la educación sexual en las infancias. También se acercaron a luchas sociales como el movimiento zapatista, lo que les permitió reflexionar sobre justicia y empatía. Al cierre, coincidieron en una idea central: “Imaginar mundos mejores y más dignos sí es posible”.
Mientras que en la sierra Negra de Puebla, y específicamente en Cuetzalan, los estudiantes destacaron la calidez comunitaria, el turismo social y la reciprocidad con la naturaleza. Reconocieron la importancia del cooperativismo y la defensa del territorio, así como la riqueza cultural que se expresa en tradiciones como el huapango y la producción artesanal.
Finalmente, se colaboró con obras sociales como el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en Ciudad de México y Tuxtla Gutiérrez, y en el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez (Centro Prodh). Ahí, los jóvenes acompañaron a migrantes y comunidades vulnerables, enfrentándose a dificultades diversas.