“Yo no soy lo que me pasó, yo soy lo que decido ser con lo que me pasó”. Esta frase fue la que impulsó a Sandra Monroy Mandujano a compartir su experiencia con el cáncer de mama a través de 147 páginas, en Jódete cáncer.
Este libro muestra cómo el cáncer no se resume solo en listones rosas o el mes de octubre: son vidas que tienen altas probabilidades de continuar si se cuenta con una detección oportuna y mayores recursos enfocados en el tratamiento. Estas demandas son abrazadas por las personas supervivientes de este tipo de cáncer, que cobra la vida de una mujer cada 70 minutos.
Esther Hurtado Amigón, egresada de la Maestría en Investigación Educativa de la IBERO Puebla, también fue diagnosticada con cáncer de mama. Su experiencia la llevó a simpatizar con Sandra Monroy y otras supervivientes que buscan visibilizar este padecimiento desde sus historias.
Sobre todo, remarcan que “el cáncer no tiene nada de rosa”; es más bien una problemática que hay que atender de manera oportuna y digna, donde las personas pacientes estén bien informadas, y el sistema de salud esté a la altura de las exigencias de la enfermedad que busca erradicar.
“Es muy lindo que estemos entre sobrevivientes, pero entonces estamos dando vueltas. Necesitamos aliadas y aliados, y eso tiene que ver con el sistema de salud”, lo que directamente se conjuga con la detección oportuna. “Necesitamos un sistema de salud que valide la importancia de llegar a tiempo”, pues, detalló Sandra Monroy, no es suficiente con las campañas de octubre rosa.
Para las supervivientes, no solo se trata de la autoexploración o consultas precautorias a partir de los 40, porque “no nos dicen que a partir a los 20 un simple ultrasonido mamario puede hacer la diferencia. Nos dicen que nos autoexploremos, cuando lo que nos deberían decir es que tocarse no es suficiente porque el cáncer es un enemigo silencioso y traicionero que llega sin avisar”, explicó Esther Hurtado.
Para ella, “no existen mecanismos que promuevan una cultura real de prevención en la que nos digan que las mujeres jóvenes también podemos enfermar”, lo cual debe ser un eje primordial de las campañas de prevención.
María Guadalupe Chávez Ortíz, directora del Centro Intercultural de Reflexión y Acción Social (CIRAS) de la IBERO Puebla, ve necesario que la prevención también sea intergeneracional, y que se hablé sin tabúes sobre el cáncer de mama para brindar un seguimiento más humano y sensible.
“Acompañar sí tiene que ver con una cuestión afectiva, pero tiene que ver más con una cuestión humana y socialmente responsable. A mí me parece que tenemos una gran responsabilidad como sociedad al acompañarnos y seguir favoreciendo redes de apoyo”, dijo la directora.
Sandra Monroy dialogó en la IBERO Puebla con supervivientes que, como ella, ven el libro Jódete cáncer como un posicionamiento ante la vida. “Quiero estar viva y que las demás estén vivas, que lleguen a tiempo y que entiendan esto no solo como una enfermedad de octubre rosa, sino como la capacidad de reconciliarse con sus propios cuerpos sanos o enfermos, cambiados o modificados, porque todos vamos a cambiar. Si tenemos la fortuna, todos vamos a cambiar”.