La primera vez que se utilizó la palabra ‘nostalgia’ fue en 1688, en la tesis del estudiante suizo Johannes Hofer, para referirse a una enfermedad cuyos principales síntomas eran la confusión, depresión y alteraciones del ritmo cardiaco.

En un principio se creía que solo afectaba a los pobladores de los Alpes, pero más tarde se diagnosticó en otras partes de Europa, especialmente entre estudiantes, personal doméstico y soldados que deseaban volver a casa. Sin embargo, con el avance de los estudios médicos y psicológicos, la nostalgia dejó de tratarse como una enfermedad y pasó a entenderse como una emoción.

Aun así, la nostalgia seguía percibiéndose como algo negativo y quienes la experimentaban eran considerados débiles o personas que no eran capaces de afrontar la realidad. En la actualidad, su estudio ha contribuido a identificar aspectos positivos sobre ella.

El término ‘nostalgia’ proviene del griego nostein que significa “regreso” y algia, que significa “dolor”. Según el psicoanalista Cecilio Paniagua, se trata de un fenómeno psicológico universal que transporta al pasado y alimenta el deseo de quedarse ahí. La nostalgia conecta con experiencias vividas y añora lo conocido, lo seguro y lo que alguna vez resultó familiar.

La mayoría de las veces, la nostalgia suele asociarse con la tristeza, la felicidad o la melancolía, configurándose como una emoción agridulce. Incluso, puede entenderse como el no aceptar que ya no es posible volver a los momentos que se extrañan. Se percibe como una trampa o como un capricho de la mente.

Además, sostiene que puede convertirse en una herramienta para afrontar épocas de vulnerabilidad, siendo sus principales aliadas la música y las películas, cuyos elementos facilitan emprender un viaje en el tiempo. De la misma manera, las fotos, poemas y lugares específicos pueden contribuir al desarrollo de la nostalgia.

A pesar de ello, la nostalgia tiende a presentarse en periodos de soledad, desconexión o depresión. Uno de sus riesgos es que puede añorar lo que nunca fue y lo que siempre se deseó que fuera, alimentando ilusiones y esperanzas. Además, fomenta la distorsión del pasado, suprime el dolor que este causó y lo romantiza.

El exceso de nostalgia puede identificarse cuando se recuerda el pasado mejor de lo que realmente fue. Aunque se reconoce que en ciertos periodos esta emoción puede ser una aliada para superar temporadas difíciles — ofreciendo un escape temporal y recordando que las cosas pueden volver a mejorar —, el problema surge cuando se permanece en el pasado y se rechaza la posibilidad de que algo mejor vendrá.
En entrevista, la psicóloga y maestrante en Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), Carolina Brizuela, menciona que esta emoción puede influir positivamente en la salud mental, siempre y cuando exista el espacio para sentirla, validarla y gestionarla de manera adecuada.


“La nostalgia no es solo mirar atrás, sino también una vía para resignificar nuestro presente y proyectar nuestro futuro con más claridad y sentido”: Carolina Brizuela ______________________________________________________________________________________

En un comienzo, puede funcionar como una herramienta para reconectar con momentos significativos y ser un consuelo en tiempos de cambio o pérdida. Pero cuando se reprime o cuando se experimenta continuamente sin contar con recursos para procesarla, puede crear pensamientos disfuncionales sobre el presente y potencializar estados emocionales como la tristeza profunda o el aislamiento.

De este modo, se abre la posibilidad de incorporar en el presente dichos aspectos que en el pasado fueron experiencias importantes. Tal vez el secreto está en recordar el gozo que esos momentos generaron, pero sin olvidar que ya pertenecen al pasado, y confiar que, por la misma naturaleza de la vida, aún es posible vivir experiencias similares o incluso mejores.