Violeta fue enganchada con una promesa de trabajo. Rosa baila por las noches, y anhela un poco de privacidad. Blanca es mamá soltera, y se enamoró de un hombre que la obliga a prostituirse. Toro siempre soñó con ser padrote, y celebró con sus amigos en el bar que ya tiene tres mujeres trabajando para él.
Ninguna de esas personas existe concretamente, pero son el reflejo de cientos de mujeres que son víctimas de trata de personas en México. A través de estas historias, la Dra. Martha Torres Falcón, especialista en estudios de género y feminismo, mostró el crudo rostro de la trata que dista mucho de ser ficción.
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“La explotación sexual es una forma clara, contundente y precisa de violencia de género”: Dra. Martha Torres Falcón.
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Esta explicación se dio en el marco de la Cátedra Ellacuría, SJ de la IBERO Puebla, que, bajo la temática de trata de personas en México, inauguró su ciclo de conferencias con la Dra. Torres Falcón, quien analizó de forma detallada este fenómeno que data de tiempos milenarios en Babilonia.
En la historia de la humanidad se tiene registro de la prostitución desde el Antiguo Oriente, donde las mujeres eran obligadas a entregar su primera noche de intimidad a un forastero. En la Nueva España, tiempo después, se originaron las casas de mancebía que se reconocían por tener una rama en la puerta. De ahí el origen de la palabra ‘ramera’.
La inconformidad de las mujeres hacia esta práctica de raíz patriarcal también se dio en épocas tempranas. En 1866, Josephine Butler, una feminista y reformista inglesa, alzó la voz en contra del sistema de reglamentación sanitaria que había impuesto Napoleón III a las mujeres que se dedicaban a la prostitución, a quienes se les exigía tener una tarjeta de control sanitario expedida por un médico.
“Ese espacio de control sanitario, ese consultorio médico en donde revisan a las mujeres para ver si cumplen con las características necesarias, es un sitio de violencia impune en donde las mujeres están a merced de lo que quiera hacer el médico que les vaya a expedir la tarjeta”, explicó la experta.
Desde ese momento, se empezó a clasificar la trata de personas y la prostitución como formas de esclavitud moderna. Los derechos humanos entraron en la escena en 1904 con el término ‘trata de blancas’, que tiene una carga racista al solo contemplar el momento en que mujeres caucásicas fueron víctimas de esta práctica, ignorando a las mujeres negras e indígenas por décadas.
Con el paso del tiempo, se conformaron diversos convenios y acuerdos que, según la Dra. Torres, son tan amplios o ambiguos que no terminan de atacar una problemática que comprende todo un núcleo de privilegio para los hombres a causa de los roles de género. La trata de personas entonces, debe ser combatida desde las desigualdades sustantivas entre hombres y mujeres.
“Cualquier forma de violencia hecha raíces en la desigualdad. Si combatimos la discriminación estamos previniendo la violencia, y si hay prevención de la violencia, entonces ya no tenemos que sancionar ni erradicar”, explicó la académica.
El documento vigente para el combate frontal a la trata es el Protocolo de Palermo para Prevenir Reprimir y Sancionar la Trata de Personas. Si bien hace referencia a los elementos más preocupantes de esta práctica —la captación, traslado y recepción—, deja fuera las células de acción principales: los padrotes, los transportistas, los hoteles, y los más importantes para la conferencista, los clientes.
“El gran desafío está en hacer campañas de prevención del comercio sexual y prevención de la trata dirigidas a los clientes, dirigidas a los hombres. Ya dejemos esa falsa dicotomía de prostitución voluntaria y forzada, porque esto es parte de un continuum. Sin clientes no hay trata, conviene recordarlo”, concluyó la Dra. Martha Torres Falcón.