Las posadas, celebraciones que ha cambiado radicalmente desde su origen, comienzan este 16 de diciembre de 2025. Las piñatas, el ponche, la letanía… o la fiesta, el baile y la música, comienzan a llegar a las casas mexicanas con un significado especial para México, ya sea a nivel cultural o económico con una derrama económica de al menos 560,800 millones de pesos.

Pero esta celebración, que es una de las más arraigadas en México durante diciembre, tiene un origen que combina elementos prehispánicos, evangelización y simbolismos que han evolucionado a lo largo de los siglos. Así lo explica el Mtro. Alfredo Cruz Colín, jefe de Talleres Artísticos de la IBERO Puebla, al compartir el trasfondo histórico de esta festividad.

El académico señaló que uno de los primeros registros de las posadas proviene del convento agustino de Acolman, cerca de Teotihuacan, donde un fraile observó en el siglo XVI que los pueblos originarios realizaban rituales nueve días antes del solsticio de invierno. Estas comunidades, profundamente vinculadas a la agricultura y al movimiento de los astros, celebraban la transición en la que el sol —ligado a la deidad Huitzilopochtli— comenzaba a recuperar fuerza el 24 de diciembre, simbolizando la victoria de la luz sobre la oscuridad.

Al notar esta coincidencia simbólica con el nacimiento de Jesús, el fraile solicitó al papa permiso para integrar estas celebraciones con el relato cristiano. Así se compaginó la tradición indígena con la historia de José y María buscando posada en su camino a Belén. Los días del novenario, del 16 al 24 de diciembre, representaron también los 9 meses de embarazo de la Virgen María.

Durante el periodo virreinal, los atrios de las iglesias del siglo XVI se convirtieron en escenarios de procesiones en las que se llevaban imágenes de los peregrinos. Más adelante se incorporó la letanía, mediante la cual se realizan peticiones a la Virgen para que interceda por quienes participan en la celebración.

Con el tiempo, las posadas fueron sumando otros elementos festivos: el reparto de frutas, dulces y aguinaldos, así como la llegada de la piñata desde China. En México, este objeto adoptó un fuerte simbolismo católico con su forma original de estrella con siete picos, que representa los siete pecados capitales, y al romperla se evoca el esfuerzo por vencerlos para crecer como personas.

Si bien el sentido religioso de la posada se conserva en muchos hogares, hoy la tradición también se vive como un espacio de convivencia con amistades y seres queridos. Para el Mtro. Cruz Colín, este espíritu comunitario mantiene vivo el corazón de la celebración: encontrarse, reunirse y fortalecer los vínculos con las personas que no siempre se pueden reunir durante el año.