Me dicen “el clandestino” por no llevar papel. Manu Chao retrató en su canción Clandestino (1998) la vida del papá de Jazmín, quien fue detenido por su estatus migratorio cuando iba a su trabajo. De Evelyn y Elizabeth, dos hermanas separadas por las duras políticas migratorias. Y de José Eduardo “El Deportee”, que usa la poesía hablada para contar su historia.
Estas tres vidas fueron llevadas a la pantalla grande en el documental animado Home is somewhere else (Mi casa está en otra parte), hecho por Jorge Villalobos, egresado de la IBERO Puebla, y Carlos Hagerman. A través de este filme ambos lograron denunciar los graves atropellos que sufren las y los migrantes centro- y norteamericanos en su intento de cruzar a Estados Unidos.
La exigencia llegó hasta la IBERO Puebla con la proyección del documental, y el testimonio vivo de José Eduardo, quien, como artista y activista, relató el impacto de ver su historia ilustrada en el largometraje que, de muchas formas, retrata la angustia de tener familiares expuestos a la violencia racial y xenófoba de ser migrantes indocumentados.
Además, le ha permitido exponer una cara de la migración que es poco tratada: aquellas personas deportadas que no fueron criadas en sus países de origen, y al ser retornadas, pasan un fuerte choque cultural. El artivista lo describe como una sensación constante de “no ser ni de aquí ni de allá”.
“De este perfil específico no se está hablando mucho, entonces yo pienso que el cine es un modo para poder hablar de esto. Nos permite ver que este perfil tiene otras vivencias y experiencias a comparación de la generación de nuestros padres”, esta última generación, por ejemplo, todavía pudo trabajar y ejercer su vida con libertad.
En la proyección, el Dr. Guillermo Yrizar, académico de la Universidad Jesuita, expuso la violencia racial y deshumanizante a la que están expuestas las personas sin un estatus migratorio definido. Desde el momento en que una persona no tiene documentos de identificación, o no puede salir sin la preocupación de ser detenida, existe una violación grave a sus derechos humanos.
Para José Eduardo también es importante no sólo tener espacios para contar sus historias, la acción ante la violencia ejercida contra migrantes también implica la apertura de espacios de trabajo colaborativos, que aterricen acciones reales y concretas que den un respiro a este sector.
“Hay mucho extractivismo acerca de estas historias. También en la comunidad deportada y retornada estamos académicos, cineastas, hay gente creando y hablando de estas experiencias desde la inmovilidad”, con esto, José Eduardo invitó a ver a las personas más allá de su estatus migratorio.
Este proyecto llevó a José a desarrollar su propio documental, que espera sea la puerta para que más migrantes deportados se animen a contar sus vivencias, a saberse acompañados, y a acompañar a otros y otras en un proceso tan solitario como lo es la migración. “El cine me ha llevado a ciertos lugares, y yo pienso que sin duda es una herramienta muy poderosa y su poder está en estos espacios” dijo el cineasta.