El libro Maternidades feministas y utopías posibles muestra lo que para muchas mujeres significa se madres fuera de la carga histórica y social que conlleva serlo.
“Los derechos de cada ser humano terminan precisamente en la línea en que comienza un derecho ajeno. Esa regla es aún más estricta por lo que se refiere a los derechos de una madre, que necesariamente deben terminar donde los derechos de sus hijos comienzan” leyó Lizet Romero Guzmán en una revista sesentera conmemorativa del Día de las Madres, y descifró que tal vez la maternidad iba más allá de flores el 10 de mayo y la crianza de nuevos seres.
La autora del libro Maternidades feministas y utopías posibles, que fue presentado en la IBERO Puebla, se detuvo al leer esta oración que era parte de un artículo sobre las madres que contraen segundas nupcias. Ahí se dio cuenta: “Hemos sido herederas de un conjunto de disposiciones que se han instalado en el deber ser como mujeres, pero, sobre todo, como madres”.
Movida por aquella premisa, decidió desenterrar el concepto de ‘madre’ desde su raíz, que, al venir de un aspecto relacionado con lo biológico, se le ha relegado a la esfera privada. Lo que significa que el rol de las madres en la sociedad no se dialoga ni se cuestiona, solo se ejecuta, a pesar de que en ello se escondan prácticas deshumanizantes y violentas, hoy normalizadas.
“Ojalá que estas palabras puedan hacerles sentido y podamos conversar colectivamente a modo de probar la problematización consciente este tema que durante años ha sido intocado por pertenecer a la esfera de lo privado”: Lizet Romero Guzmán.
Así fue como reunió las historias de seis madres feministas: Esperanza, Clara, Libertad, Nicole, Valentina y Victoria. Ellas narran cómo, desde un contexto ambivalente y desigual en el que se exige ser madre, pero no se dan las herramientas para hacerlo, intentan ejercer una maternidad fuera de los mandatos tradicionales.
La transgresión de la obra se desenvuelve desde las más sinceras inconformidades, que para un lector superficial, sugiere la autora, podrían parecer solo muchas quejas juntas de quienes no se sienten conformes con nada, pero en lo profundo, estas historias narran en palabra viva la importancia de replantear las maternidades.
“Las mujeres por razón de género seguimos en la búsqueda del pleno reconocimiento a nuestros derechos humanos. Tratándose de las mujeres que son madres, las violaciones se multiplican exponencialmente. Se aglutinan las desigualdades claramente frente a los varones, pero también frente a otras mujeres que no son madres, o inclusive a otras que son madres, pero que nos juzgamos”, explicó.
En estas historias de vida pudo reconocer que las mujeres que son madres viven en contradicciones constantes que afectan sus vidas y mentes. Luz Elena Langle Gómez, psicoterapeuta miembro del Centro para el Desarrollo de la Mujer, A. C., remarcó que estos ires y venires son parte un complejo proceso de vinculación social donde las madres se ven despersonalizadas y confrontadas constantemente.
El ideal inalcanzable e inexistente de lo que las madres deben ser, comentó la autora, es una de las cargas más grandes y perjudiciales. La identidad materna se vuelve entonces el centro de sus vidas. Si bien las propias participantes de Maternidades feministas… admiten que el cuidado es su ocupación principal, afirman que su vida no es solo ser madres.
Por ello, el acompañamiento psicoterapéutico o psicológico con perspectiva feminista es clave para las mujeres que buscan ejercer una maternidad libre encaminada a la utopía feminista que Lizet Romero enmarcó. “Todas estas mujeres en su labor de crianza buscan hacer una revolución”, y no están solas en ese propósito gracias a activistas como Luz Elena que les brindan acompañamiento.
Estas opresiones no son casualidad. Elena Ayala Villalpando, servidora pública y abogada de la organización feminista Cultivando Género A. C., las inscribe en un problema estructural que desemboca en un amplio agregado de experiencias colectivas, que el juicio y el silencio hacen creer que son individuales, lo que precariza el ejercicio de la maternidad.
Intentar ejercer la maternidad en un ambiente complejo limita el acceso pleno a los derechos de las mujeres, lo que desencadena en hogares empobrecidos, nulas oportunidades laborales con cargas extenuantes de trabajo no remunerado, violencias físicas, verbales, económicas, vicarias, y hasta mortalidad materna —mujeres que fallecen por complicaciones durante y posterior al embarazo—.
Según la abogada, en México pierden la vida 1,500 mujeres a causa de muerte materna cada día, lo que reúne casi 550,000 decesos anuales. Del año 2000 al 2020 aumentó un 33% la jefatura de mujeres en los hogares mexicanos, a pesar de que México tiene una de las menores tasas de participación económica para ellas en América Latina, y apenas el 33% de las viviendas escrituradas están a nombre de una mujer.
“Son estas disidencias en la maternidad las que ponen el dedo en la llaga, y que al alzar la voz permiten darnos cuenta de la problemática o los obstáculos que existen todavía para que podamos ejercer las maternidades en condiciones de igualdad”, dijo la abogada, que, como todo el panel presente en la presentación del libro, ve una esperanza en las nuevas maternidades feministas.